martes, 20 de agosto de 2013

Haborym El Demonio de Fuego

Haborym El Demonio de Fuego



Libro 1
(La Reunión de los Héroes)


Capitulo 2
La Caída de Vieja Tristam

Los gritos de los vecinos y las órdenes de los guardias se sucedían, mientras todos corrían. Buscando refugio unos. Lanzándose a defender la posición otros. Aún me costaba entender lo que sucedía. Hasta ayer, todo había transcurrido con tranquilidad. Había escuchado que por estas tierras había caminado un mal gigantesco, pero también que Nueva Tristrán estaba suficientemente lejos de ese lugar. Y hasta ayer, así parecía. No sé por qué comenzó todo. Algunos dicen que anoche vieron una bola de fuego azul caer del cielo. Otros que es un castigo de sus dioses. Pero sea cual fuere la causa, sólo estaba seguro de una cosa: Los muertos no se quedan muertos. Se levantan y empiezan a atacar a los vivos. Y lo que es peor. Algunos de mis vecinos se han convertido en esos monstruos sin siquiera haber muerto.
A pesar de ver esto con mis propios ojos, o quizás precisamente por ello, no atinaba a reaccionar. No sabía si luchar, correr, si correr, hacia donde. Estaba de pie ahí, confundido, frente a la taberna, esperando nada, pensando en todo. No entendía qué pasaba. Por qué pasaba.

Unos gritos destacaron sobre los demás. Miré hacia la entrada de la ciudad y vi que los monstruos habían sobrepasado a los guardias. Un par de ellos estaba siendo devorado por los Alzados, mientras daban alaridos de dolor. Los muertos vivientes parecían insensibles a los golpes de espada y flechas que se clavaban en sus cuerpos putrefactos. Avanzaban torpemente, pero golpeaban con fuerza a aquellos quienes trataban de detenerlos. Comencé a retroceder lentamente. La imagen era abrumadora. Sangre y restos humanos por doquier, mientras las víctimas aumentaban.
De entre los muertos vivientes se aparecieron unas pequeñas criaturas. En primera instancia creí se trataba de niños que corrían presas del pánico, pero alcancé a ver la cara de uno al pasar cerca de mí. Era un rostro demoníaco, que me hizo helar la sangre en mis venas. Uno saltó hacia mí, pero caí de espaldas por la impresión y terminó atacando a uno de los guardias que trataba de contenerlos. El terror dio alas a mis pies y corrí como nunca creí que podía hacerlo. Miré hacia atrás y vi que tres de esas criaturas me perseguían. Me estrellé contra la pared de una de las casas, pero no permitiría que esas cosas me alcanzasen. No quería terminar como los demás. No quería morir.
Trepé por unas cajas que estaban apoyadas en la pared para alcanzar el tejado. En eso uno de esos demonios saltó hacia mí, pero con la desesperación, le lancé una patada, que lo hizo caer. Me subí a la última caja y comencé a arrojarles cuanto pillaba dentro, en un intento de alejarlos.
Esos demonios se movían rápido, saltando de aquí para allá sin cesar, lo que me angustiaba más. Les lancé unas lámparas, antes de, empujando con los pies, hacer que el montón de cajas se derrumbe, para evitar subieran. Sin embargo, parece que una de las cajas traía combustible para las lámparas, porque junto al choque estrepitoso de los contenedores con el suelo, llamas surgieron de entre ellos antes de que hiciera eco una explosión. Caí de espaldas, pero me mantuve sobre el tejado. Rogaba que esas criaturas hayan muerto, pero no quise quedarme a averiguarlo. Avancé de rodillas por el techo. No podía creer lo que estaba pasando.
Tan absorto estaba en mis pensamientos, que no puse atención a que había llegado al borde y casi caí. Me puse de pie y, desde la altura, pude ver como los muertos vivientes estaban por doquier, mientras los guardias hacían lo posible por detenerlos y gente corría de un lado para otro. El cielo estaba anaranjado, pero no sabría si decir por el fuego o por alguna mala señal.

- ¡¡¿¿Pero qué está sucediendo aquí??!!- grité abrumado desde lo alto.

El crepitar de la madera consumiéndose por el fuego me alertó de que el techo estaba cediendo. Antes de caer presa de las llamas, preferí descolgarme de donde estaba. Estaba un poco alto, pero igual me dejé caer. Aunque aterricé de pie, el impacto me causó un dolor agudo en las piernas, por lo que caí de costado. Sin embargo, al abrir los ojos y ver a un grupo de muertos vivientes frente a mí, se me olvidó el dolor y comencé a correr.

En la otra entrada de la ciudad la situación parecía un poco mejor, o al menos, no había tantos monstruos como en el otro lado. A pesar de ello, estaban por todos lados. No tenía escapatoria. Di un paso hacia atrás y tropecé con el cadáver de uno de los guardias. Aún tenía en sus manos el arco que usaba para defender la posición. En ese momento me decidí. Si quería sobrevivir, tendría que luchar. Tomé el arco y un par de flechas que encontré cerca. Un zombie se acercaba a mí. Nunca había usado un arma, pero sería necesario si quería vivir. Apunté hacia su cabeza y dejé la flecha volar. Ésta dio un par de vueltas en el aire y cayó dos metros delante de mí. Hasta el zombie parecía confundido por lo que pasó, pero antes de que me alcanzara, disparé otra saeta. La plumilla me produjo un corte en la mano y la flecha se fue a clavar en el pie del muerto viviente.

- Definitivamente no sirvo para esto...- murmuré antes de soltar el arco y salir corriendo.

La abundancia de demonios y muertos vivientes me convenció de que lo mejor era volver a los tejados. Subí sin mucha dificultad al techo de la taberna y me quedé ahí tirado. No tuve mucho tiempo para contemplar el horror que acontecía ahí abajo, ya que pronto fui atacado por una bandada de cuervos. Había oído relatos de ataques de cuervos que habían devorado a personas. No quería ser parte de esos relatos, por lo que me arrastré lo más rápido que pude por el tejado y me lancé al vacío.

Afortunadamente, no estaba tan vacío, y aterricé de espalda sobre una carreta llena de heno. Como caí tan fuerte, el forraje me cubrió por completo. Al principio, no podía moverme por el dolor, pero luego decidí quedarme ahí escondido, con la esperanza de que no me encontraran esos monstruos. Esperar hasta que todo esto pasara. Hasta que volviera la normalidad.

En la relativa tranquilidad de mi escondite, pude escuchar el caos reinante allá afuera, con gritos de horror y dolor, aullidos demoniacos y gemidos por doquier. Podía escuchar la desesperación de las personas tratando de hacer cada uno lo que podía... o lo que no...

- ¡¡Ayuda!!! ¡Que alguien me... AAAAHHHHHHH
- ¡Vamos! ¡Protejan esa puerta! ¡Que no entren más!
- Cuida de mi hijo, por favor... Yo no aguantaré mucho...
- ¡Sálvenmeeee!
- AAAAHHHHHHHHH
- ¡Es el fin del mundo! ¿Qué fé nos salvaría?
- ¡Es para Yiotish!
- Trae eso para acá.
- Hay que bloquearlos.
- Vamos, ¡Muevan esa carreta!
- Muere, maldito demo... Arghhhhhh

Una vibración se empezó a sentir a mí alrededor. Me aterró la idea de que me hubieran encontrado. Apreté mis rodillas con mis manos, rogando porque no me vieran. Pasó unos momentos, y me extrañó que sólo se sintiera esa vibración. Quería mirar afuera para ver qué pasaba, pero me daba miedo el pensar en hacerlo y encontrarme cara a cara con uno de esos muertos vivientes, por lo que me quedé quieto, aguantando lo más que podía la respiración.
Repentinamente, el movimiento cesó. Además, el ruido del caos se sentía un poco más lejano. A pesar del miedo, puse oído a lo que ocurría afuera. Aparte de los gritos, sólo se escuchaban muchos pasos.

- Bien, ya está asegurada esta entrada.
- Perfecto, la barricada está lista. Refuercen las puertas.

"¿Barricada?" pensé. Comencé a apartar el heno y asomé la cabeza. Estaba en las afueras de la ciudad, y una horda de muertos vivientes venía hacia mí.

- NOOOOOOO………

Escrito por "Tswordz"
Editado por mi.


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